Monday, December 12, 2005

INTRODUCCIÓN AL CURSO DE REVOLUCIONES


LA REVOLUCIÓN UNIVERSAL DE LA UNIVERSIDAD DE TRAPISONDA.

(Curso metódico sobre lo errados que vamos en la cosa de evoluciones y revoluciones, a cargo del Cátedro Amancio, Rector de la Facultad de Política Circular Aplicada.)


BREVÍSIMA INTRODUCCIÓN:

Hace poco menos de un siglo las Naciones Modernas luchaban por pulir las costumbres, extender la cultura y civilizar la convivencia. Desde una óptica liberal, claro está, lo que siempre fue un riesgo en tanto que el liberalismo permite ser lo que se es, pero en poca cantidad; y creer en lo que se cree, pero poco. Y sucesivamente.

Ahora, cien o ciento veinte años después, esas mismas Naciones Modernas luchan por evitar el avance de la barbarie y van perdiendo. No es, como algunos dicen, que el exceso de libertad individual haya vuelto al hombre un cazador urbano, en la jungla urbana; ni es la muy defectuosa calidad de la educación. Es que hemos caído en manos de los objetos: cada uno de ellos nos obliga a vivir según sus necesidades y eso ha provocado sucesivas revoluciones progresivas que nos han arrinconado en este lugar pusilánime del mundo.

PRIMERA LECCIÓN DEL CURSO SOBRE LAS REVOLUCIONES AUTÉNTICAS

-Bienvenidos al aula de Revolución Circular de la Universidad de Trapisonda. Con ustedes está el Cátedro Amancio: no es por presumir, pero soy el Rector de la Facultad de Política Circular y pueden apostarse el bigote a que sé lo que me digo, alumnos míos. El saber ocupa un lugar: Éste. Y un lema: lo que usted cree imposible, seguramente ya existe. Comencemos, pues: Soy Amancio y voy a ser sus ojos durante la próxima hora.

El alumnado puede removerse ahora, sonarse, toser y meter mano a la vecina, si tiene vecina. También puede fumar, puesto que la idea general de la Universidad de Trapisonda es ser dócil con las leyes pero difícil con los reglamentos.

-Como es tradicional, el profesor debe preguntar al alumnado por sorpresa, algo que le obligue a darse cuenta de dónde está y que aún puede huir sin daños irreparables. Por eso, al iniciar el curso, para que ustedes se centren, interrogo a las sucesivas promociones: “¿Qué fue antes, hijitos, el huevo o la gallina?” No es pregunta banal. El bedel Arcadio puede dar fe. Es un bedel -notario y todoterreno.

-Doy fe, señor.

-¿Hago invariablemente esta pregunta?

-Con fijeza. Algún año añade que leyó en el ABC la noticia de que unos “genéticos” afirmaban y demostraban que la mujer existió ochenta mil años antes que el hombre. Y decía “Buf” al respecto.

-Así es. A la mujer debió brotarle un cromosoma Y por necesidad evolutiva.

-Cierto, señor. Un caso darvinista en regla. El mismo Huxley lo hubiera aprobado.

-Por eso, alumni, hay que moverse con cuidado en el asunto de la Revolución, que, no se olvide, es la Re-petición de la Evolución o, si se prefiere, la Evolución por autopista y a trescientos por hora. Vanesa: deje la fregona por un momento y díganos la versión femenina de la Revolución.

-No cuenta con mi apoyo, Rector. Pero sí es posible que la mujer apareciera antes que el hombre, porque la naturaleza nos ha dado privilegios especiales, como llevar chaquetas sin camisa debajo y pantalones sin calcetines. Los hombres no saben ustedes como hacerlo sin sentirse ridículos.

-La buena Vanesa nos ha señalado otro aspecto fundamental de la Revolución: que no se aprecia del mismo modo por una mitad u otra de la humanidad. Las señoras, Dios las bendiga, ven los detalles que pasan desapercibidos a los hombres y, si no me engaña la psicología circular, consideran que deben pensar por los varones. Los humanos masculinos tienen, en cambio, mejor visión de conjunto. Ya los antiguos griegos, envueltos en sus túnicas y tomando vino aguado en las casas de las cultas hetairas, percibieron el detalle y crearon una división del juicio que sigue siendo útil si a uno le da por razonar con silogismos: Los Juicios Particulares y los Juicios Universales. Véase Aristóteles, cuya lógica aspira a ser la armazón de este mundo misterioso. Digan ahora “¿Misterioso...?”. ¿Les extraña que el mundo sea misterioso cuando tenemos satélites que nos pueden enseñar dónde esta cada uno en cada momento mientras, de paso, echan un vistazo al centro de la galaxia? Son ilusiones, porque ver no es conocer. El mundo, o sea, el mundo humano, es necesariamente un misterio porque su función en el entramado del cosmos es excitar la curiosidad del hombre? ¿Si no hubiera misterios, quién buscaría, quién exploraría la mente, quién mediría en micras? Si no hubiera Mundo Misterioso no habría Homo Sapiens Sapiens. Díganos, Arcadio, en su investigación como Vox pópuli ¿ha notado que tiembla el misterio?

-Sí, señor. La gente siente que es misteriosa su propia vida, hoy aquí y mañana allí. Algo que escapa a la previsión. También comprende que no sabe bien lo que piensa y cree que eso que piensa en cada momento es lo que cree. Un despilfarro de equívocos, señor.

-¿Toda la gente cree en la Revolución necesaria?

-Sí, señor. Y con entusiasmo. Pero no la identifica. Ni siquiera la define. Cree que la Revolución se hace desde lo alto, escribiendo cosas en el Boletín Oficial, también llamado La Gaceta de Madrid.

-Ajá. ¿Cree la gente que estamos ahora en un proceso revolucionario, Abundio?

-De ningún modo. A mi entender la revolución es siempre algo que tiene que llegar y salpicar de sangre. Algo grande y rugiente con alguna guillotina frente a la que hacer calceta.

-Aquí es, alumni, donde necesitamos un microscopio social, o sea, una visión femenina, detallada de la revolución. Porque la revolución, no se depriman los muchachos, se basa en los detalles y en las cosas. Son las cosas las que la hacen. Y apunten esto con letra mayúscula: Toda idea deviene en objeto y la idea que no se convierte en objeto vaga a la deriva, quizá con causa, pero definitivamente sin misión. Esta Universidad, que responde a una idea circular, está fructificando ya en objetos importantes para el cambio social: El Interferómetro de López, el Agudímetro de Losarcos y otras maravillas que llegarán en breve al mercado. O sea, estamos convirtiendo ideas buenas y bien razonadas en objetos pequeños para uso cotidiano. Eso, alumni, es pensar, porque pensar es cambiar el mundo. Imaginen que les digo que la Revolución de la Reforma la hicieron el libro y el pasquín y que la Revolución Francesa la crearon la Revista y el Fascículo. ¿Qué diría la voz del pueblo, Arcadio?

-Diría “Anda ya”, señor. “Anda ya, que sabes más que Lepe, Lepijo y todos sus hijos”. Un modo extravagante de no creer.

-¿Y qué dirían los fontaneros autónomos, Manolo?

-Que todo es posible, cátedro. Sobre todo desde la invención del plástico y de la silicona. La Revolución, como el agua corriente, es asunto de Presión. Según la presión, así el grosor y el calibre de la tubería. Es de lógica.

-¿Y el soldado Jose, que viene de oyente porque sabe que toda metafísica es susceptible de generar estrategias inopinadas?

-Creo que usted se está aproximando a la de la mónada. A su aire, pero la mónada. Porciones ínfimas de la realidad; las mínimas partes posibles de la Revolución. O sea, una compañía tiene tres secciones; una sección tres pelotones; un pelotón, tres escuadras y una escuadra nueve hombres, contando al cabo.

-Jose, Jose... -los demás, frunzan un poco el ceño- Jose: ¿en tu experiencia, has visto alguna vez esa compañía ideal, al completo, con todos sus tenientes y sargentos y cabos?

-No, señor. Es algo que no se da en la realidad.

-Pues deja en paz la mónada, Jose. Mejor que pienses en la bombilla.

-A la orden, señor. Después de la bombilla, ¿puedo pensar en el fluorescente y en el tubo de neón?

-Pensaremos en ello todos. Ahora mismo. Decidme, hijitos, cuál ha sido la revolución más enorme y fundamental en la historia conocida de la Humanidad, ¿eh? Alto, alto: quien se desconcierta se desbanda. Levanten los brazos los que crean que fue la Revolución de los Gracos, de la estirpe de los Escipiones. Nadie. Lo sospechaba. Pero hizo posible que se llegara a la institución del Principado, o sea, a los Césares. Levanten los brazos los que supongan que fue el Renacimiento junto con la Reforma. Nadie. Los que se imaginen que la cristianización del orbe. Nadie. Son ustedes muy de la cáscara amarga, muchachos. Los de la revolución francesa. Ajá. Arcadio, diga “¡Bingo!”

-Bingo, señor.

-¿Por qué cree usted que la concurrencia se decanta por la Revolución Francesa, Melodio?

-Porque la tienen oída. No hay nadie que no haya visto decapitar a la Reina María Antonia, mal llamada María Antoinette, o sea, Maria Antonieta. Si se me permite el inciso, en Francés Antoinette significa Antonia y no Antonieta que, entre nosotros, sería un diminutivo del área catalana. Mayormente “Tonieta”.

-Sé que voy a darles un disgusto, hijitos, pero los sociólogos más serios opinan desde hace años, creo que junto con la banda de los psicólogos sociales, que la mayor revolución, La Grande, fue la Agricultura. Qué cosas. Lo cierto es que cambió la manera de vivir de todos y obligó al hombre a echar raíces, construir casas y crear imperios. Dejó mitos y costumbres imperecederas, como “La reina de mayo” en Inglaterra, las Hogueras de San Juan, el mito de la semilla traspasado al hombre: Morir y ser enterrado para renacer. Y hasta algunas canciones goliardas como “qué polvo lleva el camino, qué polvo la carretera, qué polvo lleva el molino, qué polvo la molinera”. Señores: el humano juega. Incluso en medio de una revolución. Y fíjense: la agricultura no sólo dio de comer de un modo casi fijo, sino que generó el calendario y la astronomía, la ingeniería con sus canales, la arquitectura, pues ya no se vivía en puras chozas y hasta ciertas religiones falsas que consistían en pillar a los agricultores los diezmos y las primicias. Un rudimento de Estado Voraz Moderno. Véase cómo los templos de Amón acabaron siendo los dueños de las tierras cultivables en el Imperio Nuevo. En metafísica no se pasaba de la trigonometría, el trigo y la hortaliza. Espero no estar dando la sensación de entonar un cántico a la Agricultura porque no sería cierto: fue un paso más, el importante, para someter a normas la libertad del hombre, ese alegre vagar por el mundo sin más preocupación que la derivada del riesgo de ser comido por algo o alguien. Dígales, Porfirio, por qué largo siempre el discurso de la Agricultura, madre de Revoluciones.

-Porque es una evidencia probatoria, señor. En ocasiones, si no hay alumnas, sostiene usted que fue la que inventó a la mujer. Lo recuerdo como si lo acabara de oír: La mujer Raíz, la mujer Tierra, la mujer Casa, la mujer Vestido, la mujer Lecho, la mujer Hogar... nace con la agricultura y sigue vigente. ¿Puedo añadir “gracias a Dios?”.

-Añádalo sin rebozo. Díganlo también los demás: “O, mujer, cima evolutiva e inventora de la aguja”. Y ahora, Arcadio, perdone que insista pero, ¿qué prueba la Agricultura?

-Por sí sola, nada. Pero con la perspectiva histórica cobra un sentido demostrativo.

-Así es, muchachos y señora de la limpieza: La Agricultura, la mayor revolución que vieron los tiempos, tan dada a degollar bueyes para que la tierra se nutriera con su sacrificio, arrancó en una dirección tal que ha regresado al principio de su puesta en funcionamiento. Pura Teoría Circular. Las grandes Naciones la abandonan. Importar es más barato, sí, pero, además, con el destino final de una humanidad confinada en espacios urbanos, será muy difícil de practicar en plazas y bulevares. Ocho o Diez mil años después, una revolución que pareció triunfante llega a su fracaso, ya anticipado por los donuts y las acelgas congeladas. ¿O acaso se creen que esta sociedad con familias minúsculas o “monoparentales”, con gente casándose con lo que sea, sin el tiempo de mirar debajo del halda, con niños perdiéndoles el respeto a padres y abuelos o apedreándolos por los calles como si fueran profesores, es una sociedad nueva? No, hijitos: es una sociedad sin agricultura. Lo decía Cantinflas y también yo. Este mundo sin valores y sin norte no es un abismo generacional, ni una intoxicación masiva, sino el resultado final de una Revolución agotada y que no puede ya sostener sus formas de vivir ni de convivir. Se cierra el círculo y aprovecha para darnos la razón: al avanzar por cualquier sistema se tiende a volver al principio, que es donde suele estar el error. Y deben decirlo así, sin descaro: no se sabe de ninguna maquinación humana que no contuviera un error en su formulación. Digan “qué bárbaro”. Por eso la Teoría circular ha sido diseñada dúctil y elástica, sin apenas normas, hecha para que todo quepa en ella y encaje sin dificultad y, además, a prueba del cerebro evolucionado que se obstina en dar por supuesto cualquier esbozo. Si nuestros sentidos nos engañan -dice nuestra teoría flotante- pongámosles un corsé. Antes de pensar, sintamos y pre-sintamos. Digan de nuevo “qué báaarbaro”, con tres aes. Además, hay una nueva sorpresa que les anticipará el buen y leal Florencio. Adelante, adelante, ea, ea.

-Los que entraron a esta introducción creyendo que el curso, tras el traqueteo de los primeros minutos, se decantaría por un estudio ordenado de cada una de las muchas revoluciones que ha cosechado nuestro mundo, se han equivocado. El buen Rector no quiere que ustedes sepan las revoluciones sino que vivan las instintos que las organizan, de modo que, de su mano, van a componer sus propios manuales de revolución. Sólo así se las llega a conocer fraternalmente. Sólo así alcanzamos el Nirvana de la inmunización.

-Cada vez se expresa usted con mayor propiedad, Eustiquio.

-Favor que usted me hace, señor.

-¿Diría usted que les tenemos lo bastante desconcertados como para que regresen a la próxima clase?

-Con la mente sumamente inestable, señor. Diría que incapaces de raciocinar y dar con lo que usted les tiene preparado.

-¿Y la sensitiva Vanesa con su escoba?

-Comparto la opinión y me permito señalar que eso es lo que existe al principio de toda revolución: el desconcierto y el ser incapaces de ver lo que tienen ante la napia, señor.
-Jose, nuestro soldado profesional: ándele, joven:

-Los ha embolsado usted, mi cátedro. A no ser que su servicio de información consiga sobornar a alguien de las promociones anteriores.

-Veo que les da usted ideas con la peor de las intenciones, soldadito. Si sobornan ¿qué conseguirán? ¿Que les hablen de ángeles acaso? ¿Que les abduzcan el dinero? Usted está tendiéndoles la ya anticuada cortina de humo.

-Señor: soy el delegado de curso y tengo una cuestión de orden y perspectiva: ¿saldremos revolucionarios de aquí?

-Señor, señor. Soy el Rector de esta Facultad y le hago una pregunta: ¿Sabe de alguien que, tras soportar una revolución, continúe revolucionario, si exceptuamos a los que se han agarrado al poder o a la pasta? Nadie saldrá de aquí ni revolucionario ni, ¿cómo se dice, Lisandro?

-¿Retardatario, señor?

-No, burro. Ni revolucionario ni reaccionario. Saldrá inmunitario, que es mucho más de lo que prometíamos en la propaganda. Así pues, hasta el miércoles en que levantaremos un pico del Velo de Isis y otro del Manto de la Verónica. He dicho.

(Papeles de Trapisonda. Facultad de Política Circular. Curso de Revoluciones y Abscesos de la Humanidad. Texto obligatorio.)

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